PRESENTACIÓN DEL LIBRO
"HISTORIA DE LA MÚSICA DE VILLAMANRRIQUE"
Antes
de hablar del libro que hoy presentamos: “Historia de la música en
Villamanrique. Tras la huella de su Maestro”, unas palabras sobre
la autora: Antonia Piqueras Jiménez.
Toñi,
como la conocemos gran parte de nosotros, nació en Villamanrique, un
pueblo de la comarca del Campo de Montiel, alejado de la capital de
la provincia, en el seno de una familia que, como otras muchas del
mundo rural, tenía una idea clara: la nueva generación debía
estudiar. Por eso, cuando terminó en el colegio del pueblo, siguió
en el instituto más próximo, el de Villanueva de los Infantes, lo
que le permitía compaginar las tareas escolares, el trabajo en el
negocio familiar y algún que otro rato de diversión. Terminado el
Bachiller era necesario dar el salto a Ciudad Real para empezar la
carrera elegida, Geografía e Historia, aunque como su verdadera
vocación era ser maestra, hubo de reorientar sus pasos, un año
después, y se matriculó en Magisterio. Mas la vida impone sus
ritmos. Llegó la boda, el cambio de residencia, la maternidad…
Años de maduración, de acontecimientos que van llegando o son
elegidos, y de preguntas. Finalmente empieza a trabajar, en distintos
pueblos, en los Convenios de Educación de Adultos, primero en Jaén,
luego en Ciudad Real. De adultos a primaria pasando por la oposición
preceptiva, siempre abierta a los nuevos guiños del destino, por eso
pinta, trabaja la madera, lee y escribe, lo que la lleva, en el año
2008, al Grupo Literario Guadiana y a publicar en su revista, Manxa,
y en otras, como en la del Grupo Artístico Literario de La Solana:
“Pan de trigo”. Asimismo, ha colaborado en el libro “Palabra de
amor”, del III Encuentro de Poetas Oretania.
Conociendo
la
trayectoria se entiende su decisión de embarcarse en esta
publicación en la que se conjugan pasado -“Hermano Dámaso” y
otros- y futuro -sus hijos y sobrinos junto a todos los jóvenes de
la nueva generación-. Y el futuro no supone repetición sino superar
al maestro.
En
el entorno rural, en un núcleo
urbano de poco más de 1.400 habitantes de una zona deprimida e
históricamente abandonada a su suerte como es el Campo de Montiel,
la música era una rareza bienvenida, en sí misma y por lo que
supone de semillero de otras realidades, pues siendo ésta lo
importante en este homenaje, también puede ser pensada como pretexto
de un proyecto, individual y solidario, el empeño de uno, no siempre
solo, no siempre el mismo, que cristaliza en un sueño común hecho
realidad.
En
el trabajo de Antonia
vamos descubriendo los hechos concretos, pero ella ha tenido la
capacidad de hacernos partícipes de otras intuiciones que van más
allá de los simples hechos. Nos lleva de la mano para que
descubramos lo que no ha llegado a escribir, lo no nombrado y, sin
embargo, presente en estas páginas que no son sino el símbolo de
algo más profundo y amplio. Es la apuesta por hacer posible lo
intuido, superando las dificultades, por encima de los imprevistos, a
pesar de las fuerzas disolventes. Todo eso fluye en estos trece
capítulos en los que la autora va desgranando una historia que no
tiene por qué ser canónica, ni contrastable, aunque lo es.
Dice
Elisa
de Valle, en el Prólogo, que ella se sumó “al agradecimiento de
todo un pueblo por sentirse herederos de una parte importante de su
historia que los hizo crecer como comunidad, su legado cultural”.
El Maestro sólo es el individuo en el que cristalizan las
posibilidades e ilusiones de todo un grupo humano.
Toñi
hace un esfuerzo de cronología y por eso dedica las primeras páginas
a los orígenes de esa afición que un documento sitúa en el año
1917, cuando un músico de Beas del Segura, pueblo cercano a
Villamanrique, anima a los jóvenes para formar una banda. Dámaso,
con trece años entonces, ya entra a formar parte de ella. La vida
zarandeó a ese grupo de entusiastas y los dispersó, mas la afición
ya había echado raíces y a pesar de la difícil situación social,
política y económica, se mantuvo el rescoldo que, en ocasiones,
conseguía producir algo más que eso, como lo atestiguan los
recuerdos y comentarios de algunos de los protagonistas, o familiares
de éstos, que aparecen recogidos aquí.
Y
la misma vida, que a veces hace volver a los que alejó, dio una
nueva oportunidad. Con el regreso de Dámaso a Villamanrique, la
ilusión que se mantenía latente, o algo más, en algunos, resurgió
la idea de formar una banda. Y fue posible. Corrían los años
setenta. Los tiempos fueron cambiando, y ellos se renovaban y
adaptaban a las exigencias y posibles de cada momento. La muerte de
Dámaso, en abril del 85 supuso la prueba de fuego. Superado el
desconcierto y el dolor, se impuso el fruto de lo sembrado: la
continuidad y enriquecimiento de la banda, las bandas, la música,
que era, en definitiva, lo importante. Una Escuela se convierte en
garantía de futuro, una Asociación, o varias, en soporte. Una forma
de vida y de entender ésta, con sus luces y sombras, que siempre las
ha habido y las hay. Hoy se presenta el documento que da fe del
pasado y del presente, haciendo un quiño a lo que está por venir.
Este
libro es como los ríos y arroyos que recorren el Campo de Montiel,
se va enriqueciendo de aportaciones ajenas. Y la historia de la
música en Villamanrique se asemeja a ellos, sin grandes avenidas,
con cauces permanentes que a veces se lodan y su caudal estacional.
Antonia ha sabido captar y plasmar esos latidos. Un libro personal
sobre una apuesta colectiva que se documenta con la aportación de
muchos de los protagonistas. Un cántico a la ilusión que se hace
concreta por el empeño de todos, aunque siempre requiera de un
catalizador: “el hermano Dámaso”, el Maestro, en este caso, y
los que recogen la antorcha.
Ciudad Real, 12 de junio de 2012
Esteban Rodríguez Ruiz
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