Se apresuró la luna que fue a buscarte al alba,
y con un pálpito de alerta
se estremeció mi pecho
a trescientos kilómetros y ocho horas
de distancia y dolor.
Nos faltó tiempo, madre,
para que el tú y el yo se complacieran.
Tu partida temprana
me dejó, en la espera
de tantas esperanzas compartidas,
un grito interno de amargura.
Doblaron las campanas y mi corazón roto
latía desbocado.
Cuánto me hubiera gustado sentir
que tú me hablabas,
que me ayudabas a resolver conflictos
—esa fascinación que cuida el pensamiento—.
Por qué, madre, ahora que mis años
superan a los tuyos
sigo esperando tus consejos,
imaginando tus sentencias
en esta verticalidad que existo.
Tu voz ronda en el aire y es parte de memoria,
me devuelve palabras que escuché de tus labios
y me rastrean hábiles, silentes:
refrendan lo que fui.
Y, quizá, lo que soy es la respuesta
a mis interrogantes.
domingo, 25 de diciembre de 2022
Nos faltó tiempo - Presentación Pérez González
domingo, 18 de diciembre de 2022
Hecho normal, dado al tiempo - Manuel Mejía Sánchez-Cambronero
Se marchitó el amor y ya no brota
como lo hacía ayer de un modo llano,
de igual forma en invierno que en verano,
perdió fuerza el caudal, mucho se nota.
Hoy aunque deja ver alguna gota,
se muestra diferente, en otro plano;
y el pensamiento aflora de la mano
de la memoria, que a su ayer azota.
Le empuja a rebelarse de manera
que todo lo de adentro saque afuera,
pero el paso del tiempo se lo impide.
Lo marchito se niega a verdear,
su cabeza no logra levantar;
y la razón le invita a que lo olvide.
¡LO QUE PASÓ, PASÓ, Y YA ES PASADO;
Y AHÍ SE DEBE QUEDAR ARRINCONADO…!
domingo, 11 de diciembre de 2022
El tiempo - María del Carmen Matute Rodero
Cuando éramos niños
medíamos el tiempo
con un reloj de sol
en días luminosos.
Luego, ya adolescentes,
teníamos al tiempo
rendido a nuestros pies
y sin orillas.
La juventud nos puso
reloj al corazón
y al sueño no habitado.
Y ahora, en esta edad
en la que el tiempo
casi no se detiene a contemplarnos,
le vamos dando vueltas
en un reloj de arena inaprensible.
Y ahora ya sabemos
que aquí donde se funden
nuestro tiempo y espacio,
aquí, existimos.
domingo, 4 de diciembre de 2022
Solo dos sílabas - José Agustín Blanco Redondo
No tienes nombre, tenuemente borrado, al fin.
José Ángel Valente
Está sentada en un banco de la plaza, en el único banco que no recibe la
sombra de los olmos viejos. La anciana está al sol, soportando su inclemencia
de finales de mayo, pero no le importa. Viste un traje sastre azul de hace ya
algunas décadas y su cabello, esas hebras de galena que apenas conservan
cierto vigor y densidad, está peinado con pericia, con ese estilo desenfadado
que aún le proporciona la coquetería. Ahora se lo compone ella misma, aunque a
veces le ayuda una vecina, su pensión no le permite acudir cada semana a la
peluquería. Ya no se acuerda de la última vez que le lavaron, cortaron,
tiñeron y peinaron de manera profesional, quizá cuando se casó su nieta
Merceditas, esa maldita memoria, que no hace más que regatearle los
recuerdos.