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Un nuevo
poemario de Eugenio Arce Lérida ha visto la luz más allá de
nuestras fronteras, en el entrañable refugio mejicano que tanto supo
de acogida en tiempos difíciles. Ahora, la Casa Maya de la Poesía,
en su colección Rosa Náutica, y con el número 84, ha publicado
“Siempre será mañana”. Treinta y ocho poemas agrupados en
epígrafes diferenciados: “Un grito en la niebla” y “Los
espejos vulnerados”.
En el
Prólogo o “Meditaciones previas”, Brígido Redondo nos habla de
la necesidad de la palabra como justificante de la existencia, como
razón del conocimiento y memoria de lo vivido, también anuncio de
lo que habrá de llegar.
Ya en los
versos de Eugenio encontramos referencias concretas: “Venero la
palabra/ como un vestigio mágico/ que al hombre le fue dado por los
dioses.”, y el uso que busca de ellas: “yo me esfuerzo en limar
ciertas palabras/ hasta conseguir un canto a la vida.”, conjugando
la necesidad de olvidar: “Escribo sobre arena,/ …/ y olvido los
caminos del naufragio” y el conjuro: “¡Tiempo habrá de buscar/
una hoguera en la noche/ que me ayude a espantar mis alimañas!”.
Sin embargo, la vida y la conciencia de ella se imponen, y así lo
refleja cuando nos dice que vivir es luchar, que “no siempre uno es
dueño/ de sus contradicciones”, remitiendo al último e íntimo
reducto como referente que nos define.
Es la
esperanza la alusión permanente y razón de una existencia dedicada
a la búsqueda de ese mañana posible a pesar de lo efímero, las
contradicciones, los miedos, las limitaciones…
El poeta
se “siente parte del viento que eleva/ el polvo y las pasiones,/
del rayo que ilumina nuestros miedos”, o árbol multiforme que
hunde sus raíces en distintos “abrevaderos” para poder nutrirse
y tiende sus ramas para llegar hasta la luz, antídoto contra la
oscuridad, el desaliento...
Empieza la
segunda parte con una declaración de intenciones por contraste: “Hay
quien desea ser/ feliz en el enjambre”. Se afirma contra el ajunte
de cuentas y la derrota a fin de poder soportar la tentación del
abandono. Elige la insurgencia reivindicando el derecho a mantener la
mirada limpia. Y a pesar de la aparente rendición que lleva al
desánimo, a preferir la ignorancia por lo imposible del
entendimiento, a elegir la callada ofrenda, el poeta aspira a la
verdad no impuesta, no fanática, aquella que decanta el tiempo.
Vuelve a aparecer la esperanza como último deseo que nos salve de la
soledad, el sinsentido, el desamor…, y nos haga pisar tierra firme
en donde la paz sea algo más que una utopía inalcanzable.
“Siempre
será mañana” nos recuerda que si el pasado condiciona, sólo el
presente hará concreto el futuro posible.
Esteban
Rodríguez Ruiz