«Otra vez te vi
—¡estabas tan guapa!—,
los ojos alegres, el labio mordido;
fantástica, pero, a mí no me engañas.
Las dos rosas gélidas
marchitas y pálidas
decían de invierno del rostro apagado
lo que es sufrimiento y el verbo callaba.
Te veo radiante
desde la distancia;
te vi, te veré, te veo en la ausencia,
y a veces despiertas y enjugo tus lágrimas.
De día caminas
la cuesta, sonámbula;
los ojos alegres, el labio mordido:
tu boca, mi boca, tu flor, mi nostalgia.
La cuesta, la ermita,
la curva, la jara...
La rústica ermita, los pinos,
la verja, y la fuente que sigue callada...
Y subes radiante
y ves las campanas
arriba del pueblo, y ves en la torre
la nube amarilla que tiene mi cara.
Y otra vez te vi,
y estabas tan guapa...
los ojos alegres y el labio mordido,
tu cara divina, tu pelo de plata».
martes, 10 de enero de 2023
Carta del cielo - Felipe Serrano García de la Plaza
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