Juan José Guardia
Polaino nos regala un nuevo ramillete de versos con sabor a denuncia
y recuerdo, pues no otra cosa es Aquellos que conspiran. Te digo,
Walt Whitman..., editado con esmero por la Concejalía de Cultura
del Ayuntamiento de Valdepeñas y el patrocinio de otro escritor,
Alfonso Manzanares Garvín.
En el
Prólogo, firmado por Antonio Hernández, se nos dice que el libro es
“un canto de compenetración con la voz más universal de la poesía
norteamericana…, Walt Whitman”, pero con tono propio, con
expresión personal, inequívocamente poética, “producto de una
honda palpitación del espíritu como quería Antonio Machado, una
corazonada del alma que, desde lo universal, se instala en nosotros
como si tuviera su origen en nosotros mismos”.
No es
gratuita la elección de León Felipe como pórtico de entrada a los
poemas que rastrean lo posible, precedidos de una página, “Poética”,
en la que el autor nos pone en situación. En ella encontramos la
génesis de lo que descubriremos: “…voltear papeles y escudriñar
palabras…, seguir el rastro y sentir asombro; perseguir esas
señales desde el corazón, en silencio; deambular la palabra desnuda
de Whitman… Hoy, nuevamente, me han ardido las manos…, veo
manadas de búfalos-corazones desconcertados ante el asedio y las
balas, acaso ya sin el latido necesario… La luz de los falsos
profetas…; la alta moralidad y su oscuro odio; las garras del
dolor o esos golpes de oscura terquedad contra la palabra… Todo
estuvo en Walt Whitman, como hoy está en mí”.
La primera
parte es una referencia directa y evocación del poeta americano:
“Hoy te escribo, viejo y noble Walt Whitman./ Soy ebrio de iras,
blasfemias/ y odios./ Desde el silencio y la lluvia te escribo”. Lo
sabe cercano y le confiesa “Hay muchedumbres heridas de oscuridad…/
de ellas muero, porque/ frente a los falsos profetas…/ se alza y
propone mi pecho desnudo”. Sigue confiando en la resistencia de la
libertad, a pesar de que transiten orgullosos reyes, los que
conspiraban ayer y conspiran hoy, por los caminos. Y afirma: “Sé
que amanece tu nombre en las colinas./ Aquel temblor nacido de la
tierra, te llamo Walt. Walt Whitman”, y mantiene la consigna
inalterable: “¡Salvad al hombre!”.
Vendrá
después el decir directo desgranando sentencias, deseos y ruegos.
“Para triunfar sobre la muerte,/ se unge de viento el hombre, de
grandeza y de infiernos”. Con la certeza de que vendrá, le pide:
“Tráeme todos los ojos de los otros mundos;/ …/ Y la canción
también”. “No es fácil callar./ El hombre se hundió en el
olvido” y “…sufro la historia contigo…”. La que se repite y
es necesario seguir denunciando.
Esteban
Rodríguez Ruiz
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