NOTA
BIO-BIBLIOGRÁFICA
Natural
del Manzanares (Ciudad-Real), pertenece a
la generación de poetas manchegos formada por niños de
la Guerra Civil de 1936, y que aparecieron
en los años cincuenta y sesenta del pasado
siglo: Arteaga, Baos Galán, Cabañero, Crespo, Torres, Del Hierro,
Mena Cantero, Cano, Escribano, López Martínez, Fernández
Arroyo, Corredor Matheos, González Lara, Morales Bonilla y Fernández
Molina.
Se
da a conocer en las reuniones literarias de
Ruidera, celebradas de 1963 a 1971, y de las que fue
organizador y secretario. Publica su primer libro de
poesía en Argentina en 1963.
Entre
sus principales libros sobresalen: Poemas;
Letreros y pintadas;
Barro y Soplo;
Fernando;
Amantes de amor oscuro;
Tragedias cotidianas;
y las antologías Exilio en la Tierra
y Antología poética (1947-2002).
Posee
varios premios y ha colaborado en importantes
revistas poéticas. Asistió en Namur (Bélgica) al Congreso de
Poetas de las Regiones de Europa representando a Castilla La
Mancha y a Andalucía.
También
cultiva la narrativa con unas veinte novelas
escritas y más de un centenar de cuentos; el teatro, con
treinta piezas en su haber, algunas representadas con
éxito; el periodismo, con dos millares de artículos y
la crítica literaria.
Según
palabras de la hispanista Françoise González-Rousseaux que le
tradujo al francés, “la poesía de Beño,
bajo la apariencia de gran diversidad de temas, sigue dos
tendencias esenciales: de una parte, el hedonismo, el erotismo y la
moral de la felicidad inmediata del carpe diem;
de otra parte, la poesía, ya sea populista, intimista, social
o mesiánica denota gran preocupación por la conducta
de los hombres y la suerte de este mundo”. Francisco Umbral
dijo: “Beño no abandona en ningún momento su acento de sencillez.
La emoción que pueda acarrear su poesía está
ahí, dicha o no dicha, pero nunca falseada por la retórica, porque
no quiere engañarse ni engañarnos”.
Falleció el 10 de julio de 2008.
CARPE
DIEM
Confórmate,
te pido, con el milagro cotidiano
que
cada nuevo día nos reserva.
Goza
la trascendencia de las horas,
de
lo fugaz disfruta intensamente
sin
el orín-nostalgia del pasado
sin
la zozobra-angustia del porvenir incierto.
Atrapa,
vive, siente la eternidad
de
veinticuatro horas
-metáfora
constante de toda tu existencia-.
La
mañana de sol recién parida, despertar
la
sorpresa de estar vivo,
la
verde libertad de los semáforos.
Disfruta
de la luz del mediodía,
la
playa luminosa,
el
abrazo del sol, entregado y desnudo.
De
la tarde disfruta,
cuando
arrastra las sombras
y el
paisaje maquilla de oscuridad y ausencias.
Sumérgete
en la noche
como
en algo dulcísimo,
y
huye de la cordura,
de
"cláxons" represivos no hagas caso.
Reposa
al fin, olvídate de todo,
ve
perdiendo inquietudes, sensaciones;
no
transciendas, no pienses.
Entrégate,
dilúyete en la nada, dulcemente,
como
en el seno amante de la madre lejana,
como
en el hombro placentero
de
quien fue compañía de tu orgasmo.
Y
luego, al despuntar un nuevo día,
agradece
otra vez este milagro
retorna,
puro, niño, a esta existencia incomprensible.
Y
mira sorprendido,-felicidad, asombro-
lo
que el mundo te ofrece,
como
si amaneciese el primer
día
o el último, tal vez, sobre la Tierra.
Y si
acaso otra vida no existiera tras éste
sólo
debe bastarnos
gozar
intensamente
la
eternidad de veinticuatro horas:
el
cotidiano, incomprensible don
que
la Naturaleza nos ofrece.
¿Qué
otra cosa tenemos?
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