domingo, 10 de febrero de 2013

PASCUAL ANTONIO BEÑO GALIANA


NOTA BIO-BIBLIOGRÁFICA

Natural del Manzanares (Ciudad-Real), pertenece a la generación de poetas manchegos formada por niños de la Guerra Civil de 1936, y que aparecieron en los años cincuenta y sesenta del pasado siglo: Arteaga, Baos Galán, Cabañero, Crespo, Torres, Del Hierro, Mena Cantero, Cano, Escribano, López Martínez, Fernández Arroyo, Corredor Matheos, González Lara, Morales Bonilla y Fernández Molina.
Se da a conocer en las reuniones literarias de Ruidera, celebradas de 1963 a 1971, y de las que fue organizador y secretario. Publica su primer libro de poesía en Argentina en 1963.
Entre sus principales libros sobresalen: Poemas; Letreros y pintadas; Barro y Soplo; Fernando; Amantes de amor oscuro; Tragedias cotidianas; y las antologías Exilio en la Tierra y Antología poética (1947-2002).
Posee varios premios y ha colaborado en importan­tes revistas poéticas. Asistió en Namur (Bélgica) al Congreso de Poetas de las Regiones de Europa representando a Castilla La Mancha y a Andalucía.
También cultiva la narrativa con unas veinte novelas escritas y más de un centenar de cuentos; el teatro, con treinta piezas en su haber, algunas representadas con éxito; el periodismo, con dos millares de artículos y la crítica literaria.
Según palabras de la hispanista Françoise González-Rousseaux que le tradujo al francés, “la poesía de Beño, bajo la apariencia de gran diversidad de temas, sigue dos tendencias esenciales: de una parte, el hedonismo, el erotismo y la moral de la felicidad inmediata del carpe diem; de otra parte, la poesía, ya sea populista, intimista, so­cial o mesiánica denota gran preocupación por la conducta de los hombres y la suerte de este mundo”. Francisco Umbral dijo: “Beño no abandona en ningún momento su acento de sencillez. La emoción que pueda acarrear su poesía está ahí, dicha o no dicha, pero nunca falseada por la retórica, porque no quiere engañarse ni engañarnos”.
Falleció el 10 de julio de 2008.

              CARPE DIEM

Confórmate, te pido, con el milagro cotidiano
que cada nuevo día nos reserva.
Goza la trascendencia de las horas,
de lo fugaz disfruta intensamente
sin el orín-nostalgia del pasado
sin la zozobra-angustia del porvenir incierto.

Atrapa, vive, siente la eternidad
de veinticuatro horas
-metáfora constante de toda tu existencia-.
La mañana de sol recién parida, despertar
la sorpresa de estar vivo,
la verde libertad de los semáforos.

Disfruta de la luz del mediodía,
la playa luminosa,
el abrazo del sol, entregado y desnudo.
De la tarde disfruta,
cuando arrastra las sombras
y el paisaje maquilla de oscuridad y ausencias.


Sumérgete en la noche
como en algo dulcísimo,
y huye de la cordura,
de "cláxons" represivos no hagas caso.

Reposa al fin, olvídate de todo,
ve perdiendo inquietudes, sensaciones;
no transciendas, no pienses.
Entrégate, dilúyete en la nada, dulcemente,
como en el seno amante de la madre lejana,
como en el hombro placentero
de quien fue compañía de tu orgasmo.

Y luego, al despuntar un nuevo día,
agradece otra vez este milagro
retorna, puro, niño, a esta existencia incomprensible.
Y mira sorprendido,-felicidad, asombro-
lo que el mundo te ofrece,
como si amaneciese el primer
día o el último, tal vez, sobre la Tierra.

Y si acaso otra vida no existiera tras éste
sólo debe bastarnos
gozar intensamente
la eternidad de veinticuatro horas:
el cotidiano, incomprensible don
que la Naturaleza nos ofrece.
¿Qué otra cosa tenemos?

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