miércoles, 26 de febrero de 2014

FRANCISCO MENA CANTERO

NOMBRADO HIJO ADOPTIVO DE CIUDAD REAL




REMEMBRANZA
I
Haces del verso un mar y en él navegas
y te dejas llevar por las corrientes
de los vientos que soplan, que son fuentes
energéticas vivas y andariegas.

Te aprovechas del soplo y con él juegas,
te vales de sus flujos ascendentes,
que van hinchando velas muy silentes
y a buen puerto en tus rutas siempre llegas.

Haces de capitán y marinero
a la vez, cuando vas en tu velero,
dominando el velamen y el timón.

¡ Es tanta la destreza de tus manos
al plasmar versos vivos tan cercanos
que calan la pared del corazón !
///…

///…
II
A pocos días de nacer tuviste
que iniciar un crucero a mar abierto,
para atracar aquí donde no hay puerto,
pero aún así el atraque conseguiste.

Desde la Villa y Corte a aquí viniste
a Ciudad Real, siendo un gran acierto,
La Mancha te llamaba, eso es bien cierto;
 y tú sin juicio aún, caso le hiciste.

Al llegar, con estima te acogieron
y lo que falta te hizo te lo dieron,
no sin esfuerzo, por la austeridad.

Pero salir a flote al fin lograste
con tu esfuerzo vital, con el que alzaste
el estandarte de tu identidad.
///…



///…
III

Tierra adentro, del verso marinero
en mares de trigales de Castilla
La Mancha, que navega hasta Sevilla
verso a verso bogando en su velero.

Desde allí pone rumbo al mundo entero
por un mar y otro mar de orilla a orilla;
y más y más y más su verso brilla
con la luz de la luna y su lucero.

Bajo el ardor solar de Andalucía
Mena Cantero escribe cada día
 su aderezado verso en el papel.

Y como éste de fiebre va tocado,
al leerlo te deja ensimismado
porque todo es belleza a flor de piel.

Mi péñola se acerca hasta tu mar
porque quiere a tu lado navegar…

                                                 Manuel Mejía Sánchez-Cambronero


sábado, 22 de febrero de 2014

TAL VEZ LA NOCHE ME REDIMA


REFERENCIAS

VIDA COTIDIANA

Un título tan largo como “Tal vez la noche me redima” lo resumo mentalmente con las dos palabra que abren esta columna, pues de eso trata la novela con la que Juana Pinés Maeso ganó el Premio Provincia de Guadalajara de Narrativa 2011, publicada por la Diputación. Pero nos puede surgir la pregunta: ¿Qué es y contiene la vida cotidiana cuando vivimos en un mundo tan variopinto y singular, aunque no tan distinto a otros de épocas y latitudes diferentes? La autora nos va describiendo, con una catarata de palabras que más podríamos pensarlas provenientes de su boca que de su pluma, la peripecia vital de una mujer madura enfrentada a una realidad trágica desde la que hace recuento de sus días, cargados de sueños, realizados o no, ilusiones, miedos y obligaciones.
Desde su pequeño universo del presente despliega ante el lector toda su vida y, con ella, la de los otros protagonista que hacen aparición en estas páginas, en las que caben un hijo adolescente, el recuerdo de una madre, la presencia cómplice y respetuosa del padre, un pequeño negocio y los círculos que se van abriendo a su alrededor a través de los que vamos conociendo referencias de otras familias en las que los valores y prejuicios no siempre responden a lo que podríamos esperar. Pero, sobre todo, es el escenario en el que va desnudando su alma y vaciando su corazón, en el que ha ido acumulando intuiciones, seguridades y certezas, de lo que no le hubiera gustado conocer ni vivir, aunque todo ello haya llegado cuando con más ahínco buscaba la felicidad y, desoyendo los avisos de su entorno, se entrega sin escudos protectores ni caminos alternativos de retirada. Todo se desata tras una llamada de teléfono con la que le comunican que su marido ha tenido un accidente de tráfico y que está hospitalizado con un diagnóstico incierto. Ella irá sabiendo, en las sucesivas visitas, que no iba solo, que nada ha cambiado a pesar de sus reiteradas promesas de fidelidad, que…
A la manera de “Cinco hora con Mario”, pero sin esperar a que el marido esté de cuerpo presente, irá desvelándonos sus frustraciones, renuncias y ganas de seguir viviendo. Hay mucho de autobiográfico en esta obra, como suele ocurrir en las primeras de todo escritor, aunque en ningún momento podamos superponer pasajes concretos de la realidad y los plasmados en estas páginas.
Un lenguaje ágil, musical, rico y detallista podemos ir encontrando en este libro en el que, como decimos al principio, no siempre es fácil sustraerse del ritmo y la voz de Juana, aunque seamos consciente de que estamos leyendo lo escrito por una amiga.

                                                                                                   Esteban Rodríguez Ruiz